En
este ensayo se analizará la posibilidad de cambiar el destino a través de la ficción
en “La noche boca arriba” de Julio Cortázar y “El sur” de Jorge L. Borges.
Empezando por el desdoblamiento del
personaje principal en el cuento de Cortázar se da cuando el personaje
principal es llevado al hospital luego de tener un accidente con su moto.
Comienza a tener fiebre y como consecuencia, también a soñar que era parte de
la tribu de los Moteca.
A lo largo del relato, va
describiendo cuando está “despierto” en el hospital y cuando está “soñando” con
los Moteca. El problema empieza cuando el protagonista siente que ya no puede
despertarse del sueño, donde las demás personas de la tribu lo están por
sacrificar. Esto está acompañado del hecho que al principio, entre ambos mundos
había un doble espacio en el escrito para avisarle al lector que pasaba de uno
al otro, pero cerca del final ya el autor no deja esos espacios y pasa de un
mundo al otro en la misma frase: “(…)se
enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto,
(…) que pronto iba a amanecer(…) Le costaba mantener los ojos abiertos, la
modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó
un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en
un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca”.
Al final, cuando al Moteca lo están por
matar relata que tuvo un sueño extraño que estaba en la ciudad en un “insecto
de metal” (haciendo referencia a la moto), entonces se entiende que no era un
señor de la ciudad moderna soñando ser parte de una tribu, sino al revés.
En este cuento, la focalización es en
tercera persona interna. El efecto que genera en el lector es la ambigüedad porque
se percibe una sensación de no saber realmente qué está pasando y qué es “real”
y qué cosas son alucinaciones. También, son utilizados muchos procedimientos
literarios como las imágenes sensoriales que son usadas para describir las
sensaciones del personaje y hablar de los sueños: “Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla (…) no podía soportar
la presión en el brazo derecho”. También, hay un paralelismo entre la
realidad y el sueño y hay analogías como el cuchillo en la mano del moteca y el
objeto que brillaba en las manos del doctor. Lo que generan éstas imágenes es
volver muy realista el sueño, mientras que la realidad aparece confusa debido
al accidente, gracias al uso de sinécdoque y pronombres confusos: “Alguien de blanco, alto y delgado, se le
acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza”.
En el escrito de Borges el
desdoblamiento del protagonista se va relatando gradualmente y se da a partir
de una frase que divide el cuento en dos. A partir de ahí, el relato debe
leerse como un sueño: “A la realidad le
gustan las simetrías y los leves anacronismos”.
Cuenta cómo Dahlmann es golpeado en
la frente y se le hace una gran herida con sangre. También es llevado al
hospital y tiene alucinaciones (similar al cuento de Cortázar). Luego de un par
de días allí, empieza a odiarse a sí mismo y sus necesidades, porque él quería
tener una muerte digna, cómo la de su abuelo materno que murió luchando contra
los indios de Catriel, y no morir en un hospital por un simple accidente.
Después de que le dan el alta, se
dirige a su estancia en el Sur que perteneció a su familia. En el camino lee “Las
Mil y Una Noches”, reforzando la idea que a través de la ficción se puede
cambiar el destino.
Cuando llega al sur empieza a notarse
más el desdoblamiento, ya que dice: “‘Mañana
me despertaré’, pensaba, y era como si a un tiempo fuera dos hombres: el que
avanzaba por el día otoñal (…) y el otro, encarcelado en un sanatorio y sujeto
a metódicas servidumbres”. Además, Dahlmann comienza a “sospechar que viajaba al pasado y no solo al Sur”.
En el final, el protagonista está en
un almacén y le tiran un cuchillo invitándolo a un duelo. Él siente que no
puede rechazarlo porque en ese almacén lo conocen por su nombre y no puede
deshonrarlo y, además, se pone contento porque en caso de perder, moriría de la
forma que él hubiera querido. Sin embargo, el final es abierto y no se sabe
cómo termina el duelo.
En este caso, la focalización es también interna, pero omnisciente. El
efecto generado en el lector es el mismo que genera Cortázar. Además, también
emplea el uso de analogías, como la del patrón del almacén y el trabajador del
sanatorio, y paradojas: al final del relato, el tiempo verbal Pretérito
pluscuamperfecto del Subjuntivo indica una imposibilidad: Dahlmann no murió
frente al compadrito. Pero luego, vuelve al presente: “empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a
la llanura”, es decir, sí ocurrió esa muerte. Además, con el adverbio ‘acaso’
abre una tercera posibilidad: que no muere.
Los procedimientos literarios
utilizados en ambos escritos ayudan a profundizar la ambigüedad ya generada.
En conclusión, ambos autores traman
la posibilidad de cambiar el destino a través de la ficción y de manera muy
similar, por más que difieran en algunos detalles. Los dos son capaces de
generar ambigüedad mediante la focalización, el desdoblamiento de los
personajes principales y los procesos literarios.